1º Y 2º PLAN LECTOR Y ACTIVIDADES

Texto número 2: Gianni Rodari,

“Cuentos por teléfono” (año de publicación 1962)

Capítulo 1: El caramelo instructivo

 

En el planeta Bih no hay libros. La ciencia se vende y se consume en botellas.

La historia es un líquido colorado como una granada; la geografía, un líquido color verde menta; la gramática es incolora y sabe a agua mineral.  No hay escuelas;  se estudia en casa. Los niños, según la edad, han de tomarse cada mañana un vaso de historia, algunas cucharadas de aritmética, etc,…

¿Vais a creerlo?  Son caprichosos igualmente.

  • Vamos, sé bueno –  dice mamá  -, no sabes lo rica que está la zoología. Es dulce, dulcísima. Pregúntaselo a Carolina  – que es el robot  electrónico de servicio.

Carolina se ofrece generosamente para probar antes el contenido de la botella. Se echa un poquito en el vaso, se lo toma y lo paladea:

  • ¡Huy! , ya lo creo que está rica – exclama.

E inmediatamente comienza a recitar la lección de zoología:

  • “La vaca es un cuadrúpedo rumiante que se alimenta de hierba y nos proporciona el chocolate con leche”.
  • ¿Has visto? – pregunta mamá, triunfante.

El pequeño colegial se queja. Todavía sospecha que no se trate de zoología, sino de aceite de hígado de bacalao. Luego se resigna, cierra los ojos y engulle su lección de un solo trago.Aplausos

Naturalmente también hay , cómo es lógico, algunos colegiales diligentes y estudiosos: es más, golosos. Se levantan por la noche a tomarse a escondidas la historia-granada y se beben hasta la última gota del vaso. Se vuelven muy sabios

Para los niños de los parvularios hay caramelos instructivos: tienen sabor de fresa, de piña, de cereza y contienen algunas poesías fáciles de recordar, los nombres de los días de la semana y la numeración hasta  diez.

Un amigo mío cosmonauta me ha traído uno de estos caramelos como recuerdo. Se lo ha dado a mi pequeña e inmediatamente ha empezado a recitar una poesía cómica en el idioma del planeta  Bih, que decía más o menos:

anta anta pero pero

penta pinta pim peró

y yo no me he enterado de nada.

 

2- CARAMELO .GIANNI-RODARI . ENLACE PINCHAR EN ESTA FRASE

 

 

Texto número 4: Beatrix Potter, “Cuentos completos de Beatrix Potter” (año de publicación 1986)

La historia de la señorita Minina (1906)

 

Esta es una gata llamada señorita Minina.  ¡Cree haber oído un ratón!

Este es el ratón fisgando desde el armario y burlándose de la señorita Minina.  No tiene miedo al gato.

Esta es la señorita Minima, que se abalanza demasiado tarde.  El ratón se le escapa y se da un golpe en la nariz.

¡Encuentra muy duro el armario!

El ratón mira a la señorita Minina desde lo alto del armario.

La señorita Minina se envuelve la cabeza en una gamuza y se sienta delante del fuego.

El ratón cree que está enferma y se desliza por el cordón.

La señorita Minina tiene cada vez peor aspecto.  EL ratón se acerca cada vez más y se desliza por el cordón.

La señorita Minina tiene cada vez peor aspecto.  El ratón se acerca cada vez más.

La señorita Minina se coge la cabeza con las manos y se mira al ratón por un agujerito dela gamuza.  El ratón se acerca muchísimo.

Y de repente, ¡La señorita Minina salto sobre el ratón!

Y como el ratón se ha burlado de la señorita Minina, la señorita Minina se burla del ratón; eso no está bien.

Lo ata dentro de la gamuza y se pone a jugar con él como si fuese una pelota.

Pero se olvida del agujero de la gamuza. Y cuando la desata, ¡adiós ratón!

Se ha colado por el agujero y se ha ido corriendo, ¡y está bailando la jota encima del armario!

 

4-LA SEÑORITA MININA (BEATRIX POTTER) ENLACE, PINCHAR EN ESTA FRASE

 

 

Texto número 8: Miguel Delibes, “La bruja Leopoldina y otras historias reales” (escrito en 1939)

La bruja Leopoldina.

 

Existió una bruja muy dañina que llevaba por nombre Leopoldina.

Todas las noches, a eso de las doce, sin oírse el más leve roce,

y con grandes pantuflas a la moda, levantaba su vuelo con la escoba.

Al llegar a una casa muy hermosa rodeada de rosas:

– “¡Adentro, mi escobita! ¡Arrea!

– ¡Entra por la chimenea!”.

De esta manera la bruja decía y la escobita fiel la obedecía…

 

… como un perro de presa, y se colaba, hasta aterrizar encima de una mesa.

Una vez abajo, la bruja se apeaba y toda la casa deprisa fisgaba

y las cosas que encontraba de algún valor las iba cargando en su fiel escobón.

Cuando ya tenía su buen montoncito abandonaba la casa por igual camino.

Como quiera que este hecho repetía a la misma hora durante tres días,

alarmóse la dueña de la casa y Perico se dijo: “A ver qué pasa “.

 

Era una noche oscura como el negro; gemía el viento del tejado en el alero;

las nubes bailaban alocadas danzas sin que Perico perdiera la esperanza.

Dos horas hacía que esperaba oculto el regreso del autor del hurto;

 

y no se equivocó. Daban las doce cuando se oyó en la chimenea el roce

de alguien que bajaba poco a poco cantando y riendo como un loco.

Desde la puerta espiaba el chico……y vio a la vieja de los pies hasta los rizos.

Teniendo una idea salvadora corrió enseguida al cuarto de Amadora.

Tomó una goma larga, fuerte y gruesa, y subiendo por encima de las tejas

al pararrayos sujetó un extremo. De esta manera le preparó el anzuelo.

 

Sobre la chimenea Periquito hizo con mucho arte un nudo corredizo,

de tal modo que al salir la bruja se quedase enganchada, por granuja.

Leopoldina, sin sospechar nada, se acercó, como siempre, muy ufana.

Recogió tantas cosas como pudo y hasta intención de llevarse al gato tuvo,

mas pensando que ya era mucha carga prefirió seguir comiendo carne amarga.

Y así se sentó en su escoba, como siempre, rechinando de gusto con los dientes,

y tomando carrera por la estancia subió por la chimenea a toda marcha…

 

De pronto, ¿qué era aquello que la tenía agarrada por el cuello?:

– “¡Por Satanás! ¡Una goma!

– ¡Arrea, escoba!”

Pero tanto tiró la desdichada, que la bruja hacia abajo fue arrastrada,

y según Periquito calculó en el pararrayos la bruja se enganchó.

 

Sin que crean ustedes que esto es coba,

sigue volando aún fiel la escoba.

 

8-LA BRUJA LEOPOLDINA. ENLACE, PINCHAR AQUÍ PARA VER LAS FICHAS

 

 

 

 

 

Texto número 18: Goscinny-Sempé, “El pequeño Nicolás” (año de publicación 1959)

Rex  (fragmento)

 

Al salir de la escuela he seguido a un perrito. Tenía pinta de perdido, el perrito, estaba completamente solo y me dio mucha pena. Pensé que el perrito estaría encantado de encontrar un amigo  las pasé moradas para atraparlo. Como el perrito no tenía pintas de morirse de ganas de venir conmigo, debía desconfiar, le ofrecí la mitad de mi bollo de chocolate, y el perro se lo comió y se puso a menear el rabo en todos los sentidos, y yo le llamé Rex, como en una película policiaca que había visto el jueves pasado.

Después del bollo, que Rex se comió casi tan deprisa como lo habría hecho Alcestes, un compañero que come sin parar, Rex me siguió muy contento. Pensé que sería una buena sorpresa para papá y mamá cuando yo llegar con Rex a casa. Y después le enseñaría a Rex a hacer gracias, guardaría la casas y también me ayudaría a encontrar bandidos, como en la película del jueves pasado.

Pues bien, estoy seguro de que no me creeréis: cuando llegué a casa mamá no se puso muy contenta al ver a Rex, no se puso nada contenta. Hay que decir que parte de la culpa la tuvo Rex. Entramos en el salón y llegó mamá, me besó, me preguntó si todo había ido bien en la escuela, si no había hecho tonterías, y después vio a Rex y se puso a gritar:  -¿Dónde has encontrado a ese animal?

 

Yo empecé a explicar que era un pobre perrito perdido que me ayudaría a detener a montones de bandidos, pero Rex, en vez de quedarse quieto, saltó a un sillón y empezó a morder el cojín. ¡Y era el sillón donde papá no tiene derecho a sentarse, salvo si hay invitados!

Mamá continuó chillando, me dijo que me tenía prohibido traer animales a casa (y es cierto, mamá me lo prohibió la vez que llevé un ratón), que era peligroso, que ese perro podría tener la rabia, y que me daba un minuto para sacar al perro de casa.

Me las vi negras para decidir a Rex a que soltara el cojín del sillón, y además se quedó con un trozo entre los dientes; no comprendo cómo le gusta eso a Rex. Después salí al jardín, con Rex en brazos. Yo tenía muchas ganas de llorar, de modo que eso es lo que hice. No sé si Rex estaba también triste, estaba demasiado ocupado escupiendo trocitos de lana del cojín.

Papá llegó y nos encontró a los dos sentados ante la puerta, yo llorando y Rex escupiendo.

-Bueno- dijo papá-, ¿qué pasa aquí?

Entonces le expliqué a papá que mamá no quería a Rex, y que Rex era mi amigo y yo era el único amigo de Rex, y que  él me ayudaría a encontrar a montones de bandidos y que haría gracias que yo le enseñaría, y que yo era muy desgraciado, y volví a echarme a llorar un rato, mientras Rex se rascaba una oreja con la pata trasera, lo cual es terriblemente difícil de hacer; lo intentamos una vez en la

 

escuela y el único que lo conseguía era Majencia, que tiene las piernas muy largas.

Papá me acarició la cabeza y después me dijo que mamá tenía razón, que era peligroso traer perros a casa, que pueden estar enfermos y se ponen a mordernos y después, ¡Plaf!, todo el mundo se pone a babear y a estar rabioso, y que, algún día lo aprendería en la escuela, Pasteur inventó una medicina, es un benefactor de la humanidad y se puede curar, pero hace mucho daño. Yo le contesté a papá que Rex no estaba enfermo, que le gustaba mucho comer y que era terriblemente inteligente. Papá, entonces, miró a Rex y le rascó la cabeza, como me hace a mí a veces.

 

18-EL PEQUEÑO NICOLÁS- REX ENLACE PARA VER LA FICHA

 

 

 

Texto número 10: Juan Ramón Jiménez, “Platero y yo” (año de publicación 1914)

Capítulo 1: Platero

 

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.

Lo dejo suelto, y se al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: ¿Platero? y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideas…

Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel…

Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco por dentro como de piedra.  Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo: – Tien´ asero…

Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.

 

10-PLATERO Y YO ENLACE, PINCHA EN ESTA FRASE PARA VER LAS FICHAS

 

 

Texto número 12: Roald Dahl, “Las brujas” (año de publicación 1983)

Como reconocer a una bruja (fragmento)

La noche siguiente, después de bañarme, mi abuela me llevó otra vez al cuarto de estar para contarme otra historia.

-Esta noche- me dijo- voy a contarte cómo reconocer a una bruja cuando la veas.

-¿Se puede estar siempre seguro de reconocerla?- pregunté.

-No- dijo-, no se puede.  Ese es el problema.  Pero puedes acertar muchas veces.

Dejaba caer la ceniza del puro sobre su falda, y yo confié en que no empezara a arder antes de contarme cómo reconocer a una bruja.

-En primer lugar- dijo-, una BRUJA DE VERDAD siempre llevará guantes cuando la veas.

-¿Seguro? ¿También en verano, cuando hace calor?

-Hasta en verano- contestó-. No tienen más remedio. ¿Quieres saber por qué?

-¿Por qué?

-Porque no tienen uñas.  En vez de uñas, tienen unas garras finas y curvas, como las de los gatos y llevan los guantes para ocultarlas.

 

Lo que pasa es que también muchas señoras respetables llevan guantes, sobre todo en invierno; así que eso no nos sirve de mucho.

-Mamá llevaba guantes.

-En casa, no- dijo la abuela-. Las brujas llevan guantes hasta en casa. Sólo se los quitan para acostarse.

-¿Cómo sabes todo eso, abuelita?

-No me interrumpas- dijo-. Entérate bien de todo.  La segunda cosa que debes recordar es que las BRUJAS DE VERDAD son siempre calvas.

-¿Calvas?- pregunté, asombrado.

-Calvas como un huevo duro- dijo la abuela.

Yo me quedé horrorizado. Había algo indecente en una mujer calva.

-¿Por qué son calvas, abuela?

-No me preguntes por qué- contestó ella, cortante-. Pero puedes creerme, en la cabeza de una bruja no crece ni un solo pelo.

-¡Qué horror!

-Asqueroso- dijo mi abuela.

-Si son calvas, será fácil distinguirlas.

-Nada de eso- dijo ella-. Una BRUJA DE VERDAD lleva siempre peluca para ocultar su calvicie. Lleva una peluca de primera calidad.

Y resulta casi imposible diferenciar una buena peluca del pelo natural, a menos que le des un tirón para ver si te quedas con ella en la mano.

-Entonces, eso es lo que tengo que hacer- aseguré.

-No seas tonto- dijo mi abuela-. No puedes ir por ahí tirándole del pelo a cada señora que encuentres, ni siquiera si lleva guantes. Tú inténtalo, y ya verás lo que te sucede.

-Así que eso tampoco ayuda mucho- dije.

-Ninguna de estas cosas sirve para nada por sí sola- dijo ella-. Sólo cuando se producen todas juntas empiezan a tener algo de sentido. Sin embargo- continuó-, estas pelucas les causan un problema bastante serio a las brujas.

-¿Qué problema, abuela?

-Hacen que el cuero cabelludo les pique terriblemente- contestó-. Verás, cuando una actriz lleva una peluca, o si tú o yo llevásemos una, nos la pondríamos sobre nuestro propio pelo; pero una bruja se la tiene que poner directamente sobre la cabeza pelada… Y la parte interior de una peluca es siempre muy áspera y rugosa. Les produce un picor espantoso y una irritación muy desagradable en la piel de la cabeza. Las brujas lo llaman “erupción de la peluca”, y pica rabiosamente.

-¿En qué otras cosas debo fijarme para reconocer a una bruja?- pregunté

-Fíjate e los agujeros de la nariz- dijo mi abuela…….

 

 

12-LAS BRUJAS (1º) ENLACE , PINCHA AQUÍ PARA VER LAS FICHAS

 

 

 

 

Texto número 6: J. W, Grimm, “Cuentos de niños y del hogar” (año de publicación 1812)

La brizna de paja, el carbón y el haba

 

En una aldea vivía una pobre mujer anciana que consiguió reunir unas pocas habas para comer y quiso prepararlas.  Encendió, pues, fuego en su fogón, y para que ardiera con más rapidez lo hizo con un puñado de paja.  Cuando echó en la ollita las habas se le cayó una sin que se diera cuenta, yendo a parar al suelo junto a una brizna de paja, y poco después saltó también un carbón encendido junto a las dos.  Entonces comenzó a hablar la brizna de paja y dijo:

-Queridas amigas, ¿de dónde venís?

Respondió el carbón:

-Afortunadamente me he librado del fuego, y si no lo hubiera hecho por la fuerza, hubiese tenido una muerte segura, me hubiera convertido en ceniza.

El haba dijo:

-Yo también he salido bien parada, pues si me hubiese metido la anciana en la olla me hubiese cocido sin piedad hasta hacerme puré, como mis compañeras.

-No hubiera corrido yo mejor suerte- dijo la paja-; la anciana ha hecho convertirse a todas mis hermanas en fuego y humo.  Ha cogido a sesenta de una vez y las ha matado. Afortunadamente me escurrí entre sus dedos.

 

-¿Qué podemos hacer ahora?- dijo el carbón.

-Yo creo- dijo el haba- que, ya que hemos escapado felizmente de la muerte, debemos comportarnos como buenos camaradas y, para que aquí no nos pase otra desgracia, debemos partir juntos y trasladarnos a otro país.

La sugerencia agradó a los otros dos y se pusieron juntos de camino. Poco después llegaron a un arroyuelo y, como no había puente ni sendero, no sabían cómo atravesarlo. La paja tuvo una buena idea, y dijo:

-Me vos a colocar atravesada y así podéis pasar sobre mí como si fuera un puente.

La brizna de paja se estiró de una a otra orilla y el carbón, que era de naturaleza fogosa, iba a pasitos cortos, alegremente, por el puente recién construido. Cuando llegó a la mitad y oyó el murmullo del agua, le entró miedo, se quedó quieto y no se atrevió a seguir adelante… Entonces la paja comenzó a arder, se partió en dos pedazos y se cayó al arroyo; el carbón resbaló, siseó al llegar al agua y entregó su espíritu. El haba, que precavidamente se había quedado en la orilla, empezó a reírse de lo que había visto, no pudo para de reír, y lo hizo con tantas fuerzas que estalló.  También hubiera estado perdida si, por suerte, un sastre que andaba recorriendo mundo, no se hubiera sentado a descansar en el arroyo. Como era un hombre de buen natural, cogió aguja e hilo y la cosió. El haba le dio las más efusivas gracias, pero como él había

 

utilizado hilo negro, desde entonces todas las habas tienen una costura negra.

 

 

 

6-LA BRIZNA DE PAJA, EL CARBÓN Y EL HABA. ENLACE, PINCHAR AQUÍ PARA VER LAS FICHAS.

 

 

Texto número 15: Rudyard Kipling, “El libro de la selva” (año de publicación 1894)

El libro de la selva (fragmento)

 

Ahora tendréis que conformaros con un salto de diez u once años y simplemente imaginar la vida tan maravillosa que tuvo Mowgli entre los lobos, porque, si estuviera escrita, llenaría libros y libros. Creció con los lobeznos, aunque éstos se hicieron adultos mientras él seguía siendo un niño, y Padre Lobo le enseñó sus obligaciones y el significado que tienen las cosas en la Selva; hasta que cada roce entre las hierbas, cada bocanada del aire cálido de la noche, cada nota que soltaban los búhos sobre su cabeza, cada arañazo de las garras de un murciélago al descansar un rato en un árbol, y cada chapoteo de un pececillo dando saltos en el remanso de un río, tenían para él la misa importancia que el trabajo en la oficina tiene para un hombre de negocios.  Cuando no estaba aprendiendo, se sentaba al sol y dormía, y comía y volvía a dormir; cuando se sentía sucio o tenía calor, nadaba en las lagunas del bosque; y cuando quería miel (Baloo le había dicho que la miel y las nueces estaban tan buenas como la carne cruda) trepaba para cogerla, y fue Bagheera quien le enseñó a hacerlo. Ésta se tumbaba en una rama y decía: “venid aquí, Hermanito”, y al principio Mowgli se agarraba con la torpeza del perezoso, pero acabó lanzándose entre las ramas con la misma valentía que el mono gris. También ocupó su puesto en el Consejo de la Roca cuando se reunía la Manada, y allí descubrió que, si miraba fijamente a cualquier lobo, éste

 

acababa bajando la vista, y le divertía mucho hacerlo. Otras veces sacaba largas espinas de las plantas de las patas de sus amigos, pues los lobos sufren terriblemente con las espinas que se les clavan en la piel. De noche, bajaba la cuesta hasta las tierras de cultivo, y miraba con mucha curiosidad a los aldeanos en sus chozas, pero desconfiaba de los hombres, porque Bagheera le había enseñado una caja cuadrada con una puerta que se cerraba de golpe, oculta en la Selva de forma tan astuta que él estuvo a punto de caer en ella, y le había dicho que era una trampa. Lo que más le gustaba era ir con Bagheera al calor y la oscuridad del corazón de la Selva, dormir durante toda la modorra del día, y ver cómo cazaba Bagheera por la noche.

 

15-EL LIBRO DE LA SELVA ENLACE, PINCHA AQUÍ PARA VER LAS FICHAS

 

Habilidades

Publicado el

16 abril, 2020

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